sábado, 11 de agosto de 2007

Carteles graciosos ¿?

Paseando por los pasillos de la Universidad, pude observar un cartel que acusaba “Agrupación Anarkista”, una sonrisa absurda se dibujo en mi avejentado rostro, seguida de un movimiento de cabeza (al mejor estilo estilista televisivo).
Entonces pensé: el anarquismo no intenta, acaso, abolir toda autoridad o jerarquía. Cómo se manejara una agrupación así? Porque siempre debe haber alguien que por lo menos modere una discusión, sobre todo si son un grupo grande de personas.
Claro, agrupación anarquista… “deben ser cinco gatos locos”, diría mi abuela (sin ofender a los gatos, claro).
Esto no es por menospreciar a estas personas, sino porque hoy en día pensar en una sociedad anárquica es tan absurdo como ser comunistas.
Cuanto anacronismo!
Otro tema que me resulta pintoresco es que estas personas creen que una forma de luchar contra el sistema es escribir con faltas de ortografía, no se dan cuenta que escribir de ese modo también implica seguir una idea (o ideota) que dice “escribir de tal modo es luchar contra el sistema”.
Dudo mucho que la Adhocracia sea posible, o que sus resultados sean benignos. Menos que menos, creo que sea aplicable a un conjunto de anarquistas… quienes conocen como único medio para lograr un determinado fin la violencia y la coacción.
El único medio para lograr un cambio positivo es la reflexión, y que esto no se entienda como “vida contemplativa”. Es momento de que empecemos a pensar sin egoísmos ni prejuicios de ningún tipo.
Pensemos en como mejorar las cosas, en hacer cosas buenas por la sociedad y no en destruir las ideas contrarias a las nuestras. Y menos si para tal fin se utiliza la violencia y la incomprensión (no intolerancia) para lograrlo.

Atte. Mondolfo Rodolfes.




“Cuanto más desarrollada está una civilización, más evolucionado el mundo que ha producido y más a gusto se sienten los hombres dentro del artificio humano, más hostiles se sentirán dentro de todo lo que no han producido, de todo lo que es simplemente y que misteriosamente se les ha otorgado”.
Los orígenes del totalitarismo. Hannah Arendt